Acerca De PALOMA ABAD
Convirtió la belleza en refugio, trinchera y espejo. Y nos enseñó que lo imperfecto no es un fallo, sino el lugar donde empieza la verdad.
Paloma Abad no escribe sobre belleza. Escribe sobre lo que la belleza nos revela.
“La vida no tiene sentido si no es una vida examinada.” Esa ha sido siempre su brújula. Una brújula que la llevó, durante más de veinte años, a recorrer las redacciones más influyentes como El País, Harper’s Bazaar España, Vogue España, El País Semanal y S Moda, aprendiendo que el periodismo no es solo describir lo que brilla, sino entender lo que se oculta tras el brillo.
En esas dos décadas, Paloma aprendió que la belleza puede ser refugio, trinchera y espejo. Que puede contarnos quiénes somos, y también quiénes decidimos no ser. Que a veces, lo verdaderamente perfecto es aceptar lo imperfecto.
Pero Paloma quiso ir más allá. Quiso contar la belleza sin guiones impuestos. Por eso creó Pretty In, Pretty Out!, una newsletter donde escribe con libertad absoluta: “Nunca he tenido que decir que una crema quita arrugas, estrías o celulitis. Spoiler: no lo hacen.”
Allí habla de belleza desde un lugar humano y terrenal, donde las arrugas tienen historia y la piel imperfecta también merece escenario. Donde la belleza es tanto ornamento como declaración, tanto juego como resistencia.
Hoy, esa mirada lúcida y sin concesiones la ha llevado a otro territorio: la edición literaria. Desde hace dos años, Paloma edita libros en Debate y Taurus (Penguin Random House), trabajando con autoras que, como ella, creen que contar la verdad —sobre el cuerpo, la estética o la vida— es un acto profundamente liberador.
Porque para Paloma, la belleza y la literatura tienen algo en común: ambas nos obligan a mirarnos de frente. Y a decidir quiénes queremos ser, incluso cuando eso significa aceptar lo que otros llamarían imperfección.
Paloma Abad es más que periodista: es la pluma que nos enseñó que la belleza no se trata de piel inmaculada ni juventud eterna. Se trata de mirarse con valentía y decir: “Esto también soy yo.”
1. Has trabajado tanto con el lujo de la belleza como con la crudeza de la realidad literaria. ¿Qué encontraste primero en la belleza: un refugio o un espejo?
En la belleza encontré un territorio desde el cual escribir sobre uno de los temas que más me inquietan: el cuerpo femenino. Para mí fue, al mismo tiempo, refugio y trinchera; un lugar desde el que lanzar al mundo mensajes feministas, y un espejo en el que todas pudiéramos mirarnos y examinarnos. Porque, al final, la vida no tiene sentido si no es una vida examinada.
2. La industria de la belleza suele construir narrativas aspiracionales, casi utópicas. ¿Alguna vez sentiste que estabas vendiendo un ideal que tú misma no comprabas?
Siempre he tratado de mirar la belleza de frente, desde un lugar humano y terrenal. Nunca he trabajado como relaciones públicas de ninguna marca, ni me he visto obligada a decir que una crema elimina arrugas, estrías o celulitis. Spoiler: no lo hacen.
Si acaso, el único terreno en el que reconozco haber pecado de idealismo es el precio de muchos productos o tratamientos sobre los que he escrito. No están al alcance de todos, y ahí sí reside lo aspiracional.
3. ¿Cuál ha sido el momento más incómodo o más honesto que has vivido hablando de belleza en un entorno de poder y gran alcance?
En la última década hemos asistido a grandes revoluciones en la belleza.
Mujeres gordas subieron a las pasarelas, chicas con estrías protagonizaron anuncios de bikinis y mujeres con diastema y dentaduras irregulares aparecieron en campañas de labiales. Por un momento vivimos la fantasía de que la belleza podía ser un juego en el que todas, más allá de los cánones clásicos, podíamos participar.
También derribamos otros tabúes. Disfruté muchísimo escribiendo en Vogue sobre personas menstruantes, visibilizando la regla como un asunto interseccional que no solo atañe a mujeres.
Y he alzado mi voz muchas veces para denunciar la carencia —y a veces la ausencia— de investigación en enfermedades como la endometriosis o la fibromialgia, que afectan especialmente a la población femenina.
4. Hoy se habla mucho de belleza “auténtica”, pero ¿no es la autenticidad otra máscara más? ¿Qué tan real es la belleza para ti en tu vida cotidiana?
Antes de hablar de autenticidad, deberíamos definir qué es belleza y preguntarnos quién decide qué es bello y con qué intereses. También convendría reflexionar si lo feo —es decir, lo opuesto a lo bello— es realmente algo malo o solo algo que nos han enseñado a evitar a toda costa.
Vivimos en un mundo donde proliferan cada vez más intervenciones estéticas: Invisalign, bótox, lipoesculturas, blefaroplastias… Todo para mantenernos al nivel de expectativas inventadas por quién sabe quién.
Creo profundamente en resignificar la tradición, en hacerla menos dolorosa y menos exigente con el cuerpo femenino. Y esa es una aventura en la que me embarcaría sin dudarlo.
5. Si tuvieras que definir tu filosofía de belleza en una sola línea de poesía (propia o de otro autor), ¿cuál sería?
Elegiría un verso de “Hombre pequeñito”, de Alfonsina Storni:
«Estuve en tu jaula, hombre pequeñito, hombre pequeñito, qué jaula me das. Digo pequeñito porque no me entiendes, ni me entenderás.»
6. El periodismo de belleza suele tener un guión impuesto: mujeres perfectas, piel inmaculada, promesas de juventud eterna. ¿Cómo aprendiste a romper ese guión y encontrar tu propia voz en medio de tanta presión?
La única manera de romperlo ha sido desvincularme de la tiranía del anunciante. En mi newsletter, Pretty In, Pretty Out!, comparto mis reflexiones más crudas sobre la belleza femenina. A veces incluso invitó a compañeras que aún escriben en medios tradicionales, para que, de forma anónima, puedan decir verdades que su trabajo no les permite confesar.
La realidad es simple: no somos eternamente jóvenes, no tenemos piel inmaculada y, desde luego, no somos perfectas. Y estamos bien así.
7. Hay quienes dicen que la belleza es frívola. Otros dicen que es política. ¿Para ti qué es ornamento o declaración?
Para mí, la belleza es un instrumento ambivalente. Sirve para distintas cosas, según quién lo maneje. Existe una frivolidad útil (¿o acaso no hay mujeres que usan su físico y su estética para prosperar?). Y también hay statements políticos de primer nivel, como aquellas mujeres que deciden dejar de depilarse para escapar de la opresión patriarcal. La clave de la felicidad está en no juzgar ni a unas ni a otras, porque todas estamos performando la belleza a nuestra manera.
8. ¿Alguna vez la belleza te salvó de ti misma? ¿O te llevó a perderte?
La belleza, como industria, me dio un trabajo. Y eso es algo por lo que me siento profundamente agradecida. En cuanto a la belleza física, diría que nunca ha sido tan importante en mi vida personal como para salvarme… o para perderme. A mí me han salvado, sobre todo, las lecturas y las amigas con las que comparto lo que leo.
9. Como mujer que ha trabajado creando relatos de belleza, ¿cómo navegas entre la presión de la estética y la libertad de ser vista como eres?
Mi barco siempre se escora más hacia la libertad. Salvo en un punto: no soporto las canas y sigo tiñéndome el pelo de negro. Te puedo decir de qué presumo, pero nunca olvido lo que me falta. Porque, por más que llevemos una vida examinada—por el bien de nuestra autoestima—,todas tenemos algún punto ciego que nos recuerda que somos hijas del patriarcado. Y que nuestras canas no se consideran tan sexis como las de George Clooney.