MARIBEL & MYRIAM YÉBENES
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MARIBEL & MYRIAM YÉBENES

Fundadoras y visionarias del Centro Maribel Yébenes, donde la estética avanzada une generaciones.

“LA PARTE MÁS SAGRADA ES SER TESTIGO DE UNA TRANSFORMACIÓN QUE NO SOLO OCURRE EN LA SUPERFICIE, SINO EN LA AUTOESTIMA, EN LA FORMA EN QUE LAS MUJERS VUELVEN A HABITAR SU PIEL, SU EDAD Y SU DESEO.”

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Acerca De MARIBEL & MYRIAM YÉBENES

Una Belleza que Nace de Dos Miradas y un Mismo Latido

 

Hay empresas familiares. Y luego están ellas: madre e hija que han convertido la belleza en algo más profundo que un reflejo en el espejo, en un lenguaje secreto que revela lo que a veces ni siquiera sabemos poner en palabras.

Maribel Yébenes, pionera de la estética avanzada en España, fundó en Madrid un instituto que se ha convertido en sinónimo de excelencia y confianza. Allí, cada protocolo es casi una obra a medida, pensada para realzar lo que hace única a cada mujer, sostenerla en el tiempo y ofrecerle un instante de pausa y cuidado profundo. Maribel no busca borrar el paso del tiempo, sino entenderlo y devolver luz a los rostros que anhelan reconocerse y mantenerse fieles a sí mismos.

A su lado, Myriam Yébenes creció entendiendo que la belleza no es una fórmula, sino una experiencia profundamente personal. Se formó en estética y enfermería dermoestética, sumando a la visión de su madre su propia sensibilidad y mirada contemporánea. Hoy, lidera la expansión de su firma, aportando una mirada fresca que sabe leer en los rostros no solo lo que se ve, sino lo que se siente.

Pero lo más poderoso no ocurre solo en sus cabinas ni en los laboratorios donde diseñan protocolos. Ocurre en las miradas que se cruzan entre madre e hija, en las palabras no dichas que bastan para entenderse. Ocurre en el orgullo mutuo, en la certeza de que su historia compartida es también un refugio. Porque entre ambas existe algo más profundo que una sociedad: existe una complicidad que ha convertido su trabajo en un legado y su apellido en una forma de cuidado.

Juntas, han elevado su apellido a algo más que un nombre propio. Lo han convertido en un refugio donde la belleza no significa esconder nada, sino honrar las huellas de la vida. En sus cabinas han coincidido ministras, artistas, creadoras y mujeres que quizá no aparecen en titulares, pero que sostienen el mundo con la misma determinación.

Ahora, su filosofía cruza océanos hacia México, donde inician una nueva etapa junto a El Palacio de Hierro. No para prometer juventud eterna, sino para demostrar que cada historia merece brillar.

Maribel y Myriam no moldean rostros. Moldean confianza. Y esa, quizá, sea la forma más valiosa y rara de belleza que existe.

1. En un sector donde las tendencias mutan como estaciones, ¿qué ha sido, para ustedes, lo que nunca se mueve?

La confianza. Ese hilo invisible que une a dos personas cuando una pone su rostro, su piel y, a veces, su historia más íntima en manos de otra. Han pasado casi cincuenta años y todo ha cambiado: las técnicas, las máquinas, los protocolos. Pero sigue intacto el latido esencial: que cada mujer que cruza nuestra puerta se sienta escuchada, respetada, protegida. La belleza, sin confianza, es solo superficie.

2. Cuando alguien entra a su Instituto, ¿qué momento consideran el más sagrado?

El instante en que la mujer baja la guardia y se permite decir lo que de verdad le inquieta. Ahí empieza el trabajo real. La parte más sagrada es presenciar una transformación que va mucho más allá de la piel: es ver cómo una mujer vuelve a habitarse, a reconciliarse con su reflejo, con su edad, con sus propios deseos. Eso no se logra con máquinas, sino con escucha y complicidad.

3. En su mundo, la innovación es constante. ¿Cómo evitan que lo nuevo ahogue la esencia que las define?

La innovación nos apasiona, pero siempre ponemos un filtro: tiene que tener sentido para la mujer que tenemos delante. Nunca perseguimos la última máquina solo porque sea tendencia. Lo nuevo solo vale si ayuda a conservar lo más valioso: la naturalidad y la verdad del rostro. Para nosotras, innovar no es cambiarlo todo, sino preservar lo genuino y darle luz.

4. Han vivido tantos años juntas en este oficio. ¿Hay algún instante que las haya marcado especialmente como madre e hija trabajando codo a codo?

Podríamos decirte cientos, pero quizás lo más poderoso ha sido darnos cuenta de que, a pesar de haber nacido en épocas diferentes, compartimos una misma pasión y un mismo código de valores. Hemos aprendido a escucharnos, incluso cuando no estábamos de acuerdo. Y hemos descubierto que podemos mirar un rostro de maneras distintas… pero llegar siempre al mismo lugar: el cuidado profundo de la mujer que está frente a nosotras.

5. Después de tantas décadas siendo un referente, ¿cómo es el primer encuentro con una clienta nueva?

Nunca pensamos en aparatología ni en protocolos. Pensamos en historias. Cada rostro es un relato escrito con alegría, miedos, duelos, ilusiones. Cuando alguien cruza por primera vez nuestra puerta, queremos saber quién es, qué sueña, qué la inquieta. Cada tratamiento empieza con una conversación, a veces silenciosa, donde confianza y cuidado hablan más fuerte que las palabras.

6. ¿Qué dirían a las mujeres que sienten que han perdido la conexión con su belleza o consigo mismas?

Que no teman mirarse con cariño. La vida nos cambia: el cuerpo, el rostro, el ánimo. Y a veces, después de ciertas etapas, cuesta reconocerse en el espejo. Pero la belleza no está en parecernos a nadie más, sino en reconciliarnos con nuestra propia historia. Nuestro trabajo nunca ha sido transformar rostros, sino devolverlos a su esencia para que vuelvan a decir: “Esta también soy yo.”

7. ¿Cómo resisten los cantos de sirena de la perfección, en una industria que todavía la exige tanto?

Porque sabemos que lo perfecto es, en realidad, lo más aburrido. Cada rostro tiene su música, sus luces y sus sombras. Nos negamos a crear moldes idénticos para todas. La belleza que nos interesa es la que respeta la identidad. Realzar lo que existe, sin anularlo. Esa es nuestra forma de rebelión.

8. ¿Qué han aprendido la una de la otra en esta travesía compartida?

Maribel:
De Myriam he aprendido a mirar hacia adelante, a abrir la mente a nuevas ideas y tecnologías. A ver que la innovación no tiene que estar reñida con la calidez.

Myriam:
De mi madre he aprendido que el auténtico lujo es la serenidad. Su manera de escuchar y de dar confianza es el mayor legado que puedo llevar conmigo.

9. Si pudieran condensar el Instituto Maribel Yébenes en una frase, ¿cuál sería?

Maribel & Myriam:
“Lo que permanece no se hereda, se honra.”